SALVADOR PLIEGO – POESÍA

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Cuadro32

Ráfaga de cíclopes sedientos, oscuros,
con sus ojos verdes,
con sus manchas de serpientes,
globalizados y ferrosos;
entonces tu cadera redondeada se abre y me protege:
un marsupial tejido es el que vive,
una coraza suave y dulce
que recrea el ayer antes del todo
y el antes del mañana en el futuro.

Tu cadera coincidente con mi mano,
simultanea al roce de mis dedos,
a la tácita excitación de cada yema,
al éxtasis profundo de los nervios.
Es la curvatura precisa de la tierra
donde emigran cetáceos y faisanes
o encaminan larvas sus capullos
para abrirse en las noches.

Ahí bajan los elíxires aromas,
las corrientes de peces antes del diluvio,
las cadenas de volcanes cuando van prendiendo.

Tiene la redondez perfecta en que me entrego,
la finura de un esférico destello;
se instalan y fecundan cielo y maravillas
para que la palpe y se resbalen mis palmas hacia el suelo.

Hay una Roma Imperial bajo su cuero
y Césares de barro, espuma, vidrio y fuego
contemplando el mundo y sus linderos.
Hay una Persia enigmática y misteriosa en ella
controlando sus fronteras.

Hay geografía, alquimia, hojas de eucalipto,
claridad de arcilla,
abrumadora simetría, esclavitud de vista.
Hay todo en ella;
hay  santidad y gracia,
la perfección de su materia,
la contemplación  ecuánime que controla al mundo y gira,
la sintonía de un amor cuando se arrima.

Tu cadera es historia, mi historia donde aprendo,
donde vuelvo en mí y me castigo,
donde hay permiso y hay censura,
donde instruyo y ejercito los dominios de un te quiero,
donde viven mis ansias alegóricas de desenfreno
y de aquietado vuelo.
Ahí me reconozco, me inscribo, ordeno mis suspiros,
quebranto y luego río,
me blindo ante el camino,
me defiendo y justifico,
y no encuentro otro espacio
tan bello, tan bonito, tan lleno de mí mismo,
que estar en tu cadera
pescando sueños y venturas jamás antes figuradas.

Tiene mi nombre: “Amor”… Y encuentro siempre el camino.

Salvador Pliego

– – –

Cuadro31

Dicen que tienes los ojos más grandes del mar,
que tienen sorpresas, leyendas de sal.

Dicen que cruzan tus ojos un beso inmortal,
un beso impecable, un beso final;
que andar en tu boca es arena a contar.

Traes el polvo, la luz constelar,
la orilla en los dientes,
el ámbar curtido de ostra y pleamar.
Salgo a la tierra, a tu vientre a bucear,
echo mis redes en tu muslo coral,
hinco aleluyas en tu hombro para verle flotar.

Dicen que tienes los iris tan grandes que llenan el mar:
oceánicos siempre, profundos, sublimes;
navegables y etéreos como el sol con su ajuar.

No es que provoquen tus pechos… ¡sólo es el mar!
¡Sólo tus ojos tan grandes de mar!
¡Sal a mirarme con tu alma de sal!
¡Sal a la arena minera del mar!
¡Sal de tus ojos que quiero mirar!

¡Dicen que tienes los ojos más bellos del mar!
Salgo a tu estela, a tu vientre a anclar,
echo mis redes de puerto y andar.
¡Sal al estero sirena de sal!
¡Sal de tus iris que queman mi paz!
¡Dicen que tienes los ojos más lindos nacidos del mar!

Salvador Pliego

– – –

Cuadro29

Érame tu rostro una tecla, un solo en campo abierto,
a veces melodía…
Éranse tus ojos el galope de los dedos,
las negras o las blancas golpeando las corcheas;
un rodillo en ramos,  el golpe del macillo,
un labio ahí pegado buscando los teclados.

El piano toca el verso: aguda sinfonía;
perdido entre tus iris, fugado en cabellera,
una forma se presenta en la tapa de madera.

Suspiran esas cuerdas sus notas preferidas
y van cayendo agudas de un labio desprendidas.
Un vino se recuesta y huele las primicias,
la copa frágil habla,
y un beso tuyo duerme mezclando las delicias.

Hay un pedal que tiembla, hay una pieza suelta.
El piano va y se embriaga perdido en tu pupila
y un músico respira tu beso a la deriva,
El piano se desprende la cola de madera,
el brillo que refleja los dedos con maestría.

Entonces yo lo toco, entonces yo lo mimo,
y agitan estos labios, y soplan estas manos;
se abrazan a sus notas, se arriman a tus ojos;
el cuello es golondrina que baja por la pista,
tu vientre es vuelto danza, tu espalda crispa el alma,
y el beso se refugia en la última agonía
y, ya entre dos sonatas, reviven las caricias.

Salvador Pliego

– – –

Cuadro27

Si un beso palpitante, si un beso penetrante,

voraz y develado cayera en la solana,

millares de campanas,

millares de amalgamas,

millares de fontanas

serían derramadas.

Luceros del mañana, copiosas porcelanas,

retocan las caricias de un beso de tu boca.

¡Oh!… Arráncame la intensa bravura que me aloca,

la honda rinconada que aspira hacia la aurora;

arráncame la altura del cáliz que provoca,

vigía que atenaza tus labios y devoran;

arráncame al extremo de herirte como el fuego:

sentirlo entre los labios,

sudarlo como estero;

devuélveme al silencio, explótame en el agua,

irrítame en tu lengua de ganas de besarla.

¡Oh!… Arráncame el sereno, agótame indiscreto,

recuéstame en tu cuerpo ahogándome en desvelo,

despiértame en tu lienzo buscando mi consuelo.

Que sufra como un beso en minúsculo sigilo

los goces de tu cuello, los lirios de tu pecho,

las dúctiles bonanzas que van sobre tu espalda.

¡Ah!… Arráncame despacio, arráncame en premura,

descúbreme los ojos, encandílame hasta el cielo,

trasmíname en segundos vocales de tu rostro.

Explótame de nuevo, explótame en el agua,

arráncame hasta el alma nublándome en tu boca.

Salvador Pliego

– – –

Cuadro26


(Recitado por Anna Francisca Rodas Iglesias)

I
En tu ausencia,
aún suceden cosas:
Hay pájaros serpientes devorando colosales piedras.
Árboles de gubia que se talan a sí mismos.
Andrómedas que bajan a la tierra
y escupen fuego de la cornisa de sus alas.
Mil ciempiés de lunas y de agave saturando
resquicios de una historia que fuera de batalla.
Olímpicos diablillos que son como arbustos
picoteando cuanto objeto pasa por sus manos.
Todo pasa,
mientras yo me escondo y mi piel se vuelve colorada.
Estoy, y sin quererlo me desprendo de mi espacio…
A fin de cuentas mis raíces se expanden en el suelo
buscando líquidos vitales.

En tu ausencia,
aún suceden cosas.
¿Lo ves? ¿Lo notas?

Y regresas y todo vuelve a estar en calma.
Entonces me acurruco en tus brazos
a seguir soñando mil batallas.

II
En tu ausencia,
has de notarlo,
aún suceden cosas.

Y el soñarte es vital cuando te ausentas.
El decirte que tus rasgos aún de noche no terminan
y se expanden como luces por mi mente.

Yo lo noto,
has de saberlo,
que me llueven las sonrisas
y cada una se exalta si la miras.

Aún sucede que tu voz me arrima.
¡Yo lo sé!… Y que me aviva.

Y que tus ojos me abren los espacios,
me cierran más miradas,
me nutren de campanas,
me hierven en las manos.

Aún sucede que te llevas mis caricias
y son devueltas de tus brazos más crecidas.

¡Yo lo sé!…   ¡Lo he notado!…
Aún suceden cosas cuando digo que te amo.

III
Aún sucede
que detrás de ti
te llevas estos ojos para cultivarlos.

Me pinta tu silueta el iris de avellanas.
Me siembra de montañas las curvas de tus faldas.
Me satura de equinoccios  tu forma sin tocarla.
Me llevas por los fresnos cultivando tus meneos.

Aún sucede, tras de ti,
que me llevas de la boca
y no encuentro forma de cerrarla.

IV
Y el amor tiene esa picardía de tu lengua:
fresca, aromática y con fermento de existencia.

Aún suceden cosas,
¿lo sabías?…
que tu lengua a mí me sabe a alegría.

Salvador Pliego

– – –

Cuadro20

Me sucedes sin embargo
vos con tu sobrada transparencia
y yo abrochándome las cintas con tus ojos de sonrisa
anudándome a tu espacio
a la diaria travesía.

Me sucedes cuando vos al día
escoges mi camisa
y una manga es tu apapacho o te entretejes en su orilla
adornando con bosquejos una y dos caricias
entonces te presumo de mi cuello en la oficina.

Me sucedes vos en todo
al pisar en la avenida que tropieza con mi vida
por sentir que un te quiero hace grande hoy el día
y se adorna entre las calles con sentires de alegría.

Me sucedes con tus ojos
vos que miras y que miras tan sencilla
y eso hace la jornada pequeñita y más creativa
y te adoro aunque me digan
que son simples tonterías
lo que pasa es que vos eres
algo así como un pedazo rojo
que no deja de bombearme
que late sin pararse
en cada uña
en cada arteria que me riega
cautivándome la entraña
absorbiéndote al mirarte.

Me sucedes sin embargo
vos en todo y en mi vida
porque acopio y recolecto de tu boca algarabías
porque junto a esa lengua
hay un mundo
hay una dicha placentera que camina
hay algo así como un te amo reinventándose en delicias
algo nuevo que no acaba nunca de exhibirse
que está listo y presto a descubrirse
que se toma de la mano
que se gana animando
que se vive disfrutando.

Me sucedes todavía
y me sucedes todo el día
algo en vos que me sorprende
que no agotas esta veta que incuba mi sonrisa
que la llenas y palpitas desde siempre
cual si fuera este ahora
este hoy
y no siendo el primer día
una fecha increíble que la llevo en mancuernillas
un horario de pareja habituado a mi camisa.

Me sucedes y lo sabes
vos lo sabes desde entonces
que no hay cuenta regresiva
me sucedes en la vida
al minuto
a los segundos
en el traspatio y en mi esquina
en la hora que es contigua
vos lo sabes
y eso es todo
me sucedes de alegría
y a vos llevo en la solapa convirtiéndote en mi vida.

Salvador Pliego

– – –

Cuadro19

Beso que te imaginase un beso,
rostro que prendióse solo,
labio transformado en cera,
labio que viniste de ella.

Beso como un beso de oro,
árbol venerando un árbol,
rama idolatrando al cielo,
sorgo obedeciendo a un beso.

Beso que se engendra en besos,
mártir que besara al beso,
sólo de tu boca viene
el beso que me da tu beso.

¡Horda en besos y en la sangre besos!
Todos, ¡todos!,
besos de tu boca todos:
besos que revientan besos;
besos donde estallan besos;
cuerpos del océano y nardos
oscilando cuando van tocando.

¡Ah!…Besos de tus ojos negros
locos en mis ojos ciegos
rompen con sus labios rojos
arias del chasquido dado.

Alma de cristales bellos,
rosa del aroma y cuero,
luz del ruiseñor eterno,
día de la niebla y fuego.

¡Ah!…Besos que me dio tu beso,
besos de tu cuerpo tierno,
bosque que se duerme en ellos,
hojas de un jazmín sereno.

Llueve sobre un beso un beso,
beso que  revienta un beso,
beso desde el sur hambriento,
beso de tu cuerpo oliendo.

Besos, infinitos besos,
cielo de altitud y besos,
besos que en tu cuerpo fugan
presos al amor lo incuban.

Y tú… Y tú… Y tú… ¡Ah!…
Besos de tus besos, besos;
besos que  revientan besos;
besos que retumban besos;
besos que amordazan besos;
besos desde un solo beso,
los mismos que retienen besos;
besos puros, cálidos, protegiendo besos.

¡Ah!… Besos, como estos besos,
siendo de tus propios besos.

Bellos, nuevos,
viniendo de tus lindos besos.

Salvador Pliego

– – –

Cuadro17

Tiene cuerpo el amor… y un ojo al cielo;
los brazos nuevos, los pechos yertos,
pureza y magia de un consuelo.
Crispa el lenguaje que se descubre
sobre una piel envuelta en velo.
Tiene cuerpo el amor… y un dedo al cielo.

Semidesnuda una estrella baja
y su luz la cubre de arrullo
y guarda su voz sagrada para el mañana.
Tiene cuerpo el amor… y mira al cielo.
La noche escapa, duerme el sereno,
guarda existencia de un mimo en vuelo.

Tiene cuerpo el amor… cuando es tu cuerpo,
intimo y firme en su voz de aliento.
Muestra el secreto de los deseos,
de lo ocurrente y necesario,
lo que es concordia y es frecuente.

Tienen tus dedos sabor a sueño.
Graban sonidos de dócil tacto
condescendiendo el gusto amado.
Nace en tu cuerpo el amor eterno
cual inventándose en lo etéreo.

Lluvia del alma, genuina grana,
tiene tu cuerpo el amor de cielo;
tiene el vestigio imaginario
que armoniza, detecta y habla.

Tiene tu cuerpo un clamor a cielo,
tiene tibieza de labio y lecho,
una emboscada de abrazo y beso,
un corazón siempre certero.

Tiene tu cuerpo el amor de cielo:
cálido ambiente, sublime y grande,
una sonrisa esencial y afable.

Tiene el amor un ojo al cielo,
tan dulce y tierno,  extraño y fino,
como tu cuerpo que esboza ruego,
como unos besos que son de nadie,
como una tierna mirada de alguien
que apunta al cielo para mirarte.

Tiene tu cuerpo amor… amor de cielo,
amor que escala sobre tu cuerpo,
amor que tiembla, tiembla y ofrece,
amor que emana tributo y celo,
amor que acecha y desparrama,
como aquel beso que sube al cielo,
como aquel labio que toca el cielo,
como aquel roce que abre el cielo.

Tiene tu cuerpo, amor, amor de cielo.

Salvador Pliego

– – –

Cuadro15

Supongamos, de repente,
en un punto equidistante,
que preparo yo un arma
y el casquillo va relleno
de mil besos para darte,
que me incrusto en el bosque,
que me infiltro en la pradera,
que me escondo en la bañera,
y grito: ¡fuego!, a sorprenderte,
y todos ellos van cayendo
hacia tu espalda a ilusionarte.

Supongamos, nuevamente,
que Cupido ya no existe,
que recojo yo su arco,
que levanto yo sus flechas,
las convierto en azucenas;
grito: ¡fuego!, y cantando,
de reojo, van bailando a tu cadera.

Supongamos, dulcemente,
que un arpón con rehiletes
se descuelgue hacia tu cuello,
grite: ¡fuego!, en pleno duelo,
y un boquete colorado
te fulmine con mis labios
y atraviese tu costado
hasta rendirte aquí en mis brazos.

Supongamos, finalmente,
agotando todo instante:
de un balcón o de un armario,
de una rama o un peldaño,
catapulte yo mi cuerpo
haciendo meta hacia tu pecho;
grite: ¡fuego!, y ¡fuego!,
como un dardo enamorado,
y abra fuego emocionado
y totalmente animado,
y una vez haciendo blanco
te dijera que te amo,
¿gritarías: ¡fuego!, ¡fuego!,
ya besándote a mi lado?

Salvador Pliego

– – –

Cuadro13

La imagino el ala que sostiene el cielo:
hermosura atípica, desplegada y fina;
tesitura toda de una dócil gracia.

La imagino intacta donde llega un sueño:
canalito fresco y arbolito esbelto;
delicada rama de gallarda forma,
de acabado en lino y de gentil pulido.

La imagino noche y la percibo luna,
la conservo espectro de brillante bruma.

Usted, ¿se imagina el viento si le diera un verso?,
¿se imagina al mar recibiendo al cielo?,
¿se imagina mi alma si le diera un beso?

Sí, usted rebaza lo que yo imagino y quiero.
Usted contiene mi desvelo y celo.
Hay casi un mar que se abre por su pecho.
Hay una vista innovándose al sentir su cuerpo.
Hay un paisaje que recrea y se renueva
para verla revistiendo sus linderos.

La imagino fabricante de un amor inagotable,
poseedora de una fórmula o de un elixir
exclusivo de su boca.

Y usted, ¿se imagina al viento si tocara el cielo?,
¿se imagina al mar si sintiera el vuelo?,
¿se imagina mi alma si le diera un beso?

Salvador Pliego

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Autor de todos los poemas: Salvador Pliego

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