Archive for the ‘Salvador Pliego’ Category
Tu cuerpo es un beso entre esteros
Posted 09/08/2012
on:- In: Amar | amor | mujer | poesía | Salvador Pliego
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Terrestre tu cuerpo y sobre el fuego,
y limpio el cielo en hervidero.
Tu cuerpo que me inhibe -ebrio estoy y en lis consuelo.
Dos aves tibias, dos plumas a tu vuelo,
dos muslos grávidos rompiéndome,
dos mástiles que revientan
y clavan suavemente su dócil ajetreo.
Dos muslos en cadera que me atan al milagro
de un sesgo puro atajándose en el vientre.
Y el vientre hecho de tibio y dulce aleteo.
Un seno, la ruta de mar antes del vuelo;
y el otro, la vela soplando al estero.
Dos manos anclándose,
dos manos que revientan la tibieza,
dos nudos insertándose en mi pecho:
precisas, en el punto nodal del desenfreno,
en la vorágine de un hacha que percute
el roce de lívido talante
al expandir el gozo y la complacencia hecha arte.
Dos ojos y la boca en arenales,
zarpando, metidos en el ave.
Y el ave siendo ruta marinera
de una boca que se antoja si se besa,
y oferta un par de labios
cual fueran comensales de un prístino sabor
de bellos nardos obsequiados.
Una espalda, dos brazos perpetuados,
y el vientre fresco, indómito en revuelos.
Tus hombros alzan el mapa hasta la cima,
y caen flores durmiendo sus pistilos.
Y nuevamente, ebrio, desinhibido,
se posa mi beso acariciando tus deseos.
Salvador Pliego
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La última canción fueron tus besos
Posted 15/07/2012
on:- In: amor | beso | boca | Desamor | poesía | Salvador Pliego
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Mi vuelo triste… Y yo cantaba.
Lo que la noche alumbró. Lo que el águila perdía.
A ti, mujer, a ti, en la más profunda acequia de mi alma.
¡Oh trino de pescadores encallados!
¡Oh besos escondidos en la tierra!
¡Oh clandestinidad del pájaro sin vuelo!
Nada se levantó del suelo sino la turbia soledad del cielo.
Y mi corazón fue ese hormiguero de besos.
Tan tuyos y míos, como los brazos atizados,
como las luces de astros en los cuerpos.
¡Ah del elixir que el amor repartió
y que nos sumergió entre cruces de silencios!
¡Ah de las bocas de espadas y sollozantes,
enredadas en las ramas y en las nubes,
en el maíz cortándose a granos,
y que una y otra vez se ensancharon como alas, y volaron!
¡Ah del aroma que fue pólvora y granizo,
y fue lo más dulce del sabor y el sentimiento!
¡Nada!… Ni el amor dejaste, ni los ojos abiertos
de las islas donde anclamos,
ni la levedad del rostro ante el muro de la noche,
ni la corona de tiempo que en mí albergaste y guardaste.
Ahí quedaste, como un fruto en estampida,
como la máquina devorando su polea.
Y mi corazón vuelve y te vuelve… y a veces canta.
Por donde las cordilleras y el rocío se terminan,
mi corazón migra y hace vuelo.
¡Ah, mi canto triste… la noche triste… el viento triste!
Detrás de las corolas aún se escapa un sentimiento.
Salvador Pliego
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Poemas cortos de amor
Posted 10/07/2012
on:- In: alegría | amistad | amor | poesía | Salvador Pliego
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Pronunciamiento
Te diré, mis vocales comienzan con “Mi cielo”.
Pero, mi alfabeto es mil veces más profundo y delicado:
comienza con un beso y termina con “Te quiero”.
Estrategia al besarte
La estrategia de mis labios
no es tocarte, no es rozarte;
en un rincón de tu alma,
donde gustes, donde quieras,
sacar el fresco de la tarde…
y besarle.
Crepúsculo
¿Eres el cielo? –Le pregunté.
A veces –Me respondió.
Apagué entonces la luz
y clavé en ella mis ojos para ver el amanecer.
Extasiado
En esa, la avenida de las aves,
me maravillaba ver abrirse
la cola majestuosa de los pavorreales.
Pero, el día que una de ellas se despojó
de plumas, de aretes y prendas interiores,
mis iris se alumbraron
y, emocionados, se llenaron de plumaje, alas…
y fueron a cubrirle.
Salvador Pliego
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El canto es poesía
Posted 05/07/2012
on:- In: Amanecer | canto | poesía | poetas | Salvador Pliego
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Es tiempo del canto.
Vosotros, los que a sí mismos os llamáis pájaros,
aventureros, apóstrofes del viento,
servidores de la luminosidad del diario crepúsculo,
de cada alondra que reconoce su aposento
en la horizontalidad de la mañana,
porque va atada a la poesía su cintura,
y su celeste vestidura es un gigante adorno que le aroma;
vosotros, artífices mágicos de la estadía,
de la consagración del mar,
de la arena que es razón y sentimiento,
o marea incrustada en el alma,
o ráfaga de azules adornada con miradas,
y que gota a gota cae con sabor salino,
a lágrima genuina, a bergantín de noche en vela;
vosotros: jilgueros, cazadores fortuitos de las notas,
silbantes reconciliados con la cabellera eléctrica de la tormenta,
con los arqueros que tocan jícaras cual instrumentos
y dan a la tierra sus bemoles, su conversación de palomares,
su trinos blancos zurcidos en la madera, en los túneles silvestres
donde las hojas son cuevas sentimentales de los cardos,
de las campanas que hacen hitos del sonido,
porque se forjan en los jardines donde el amor
viene del nerviosismo de la vaina o del pétalo violáceo y coronado;
vosotros, pajareros, ¡salid al canto!
He ahí, en las mil melodías,
en las voces de mil picos,
en las bocas de mil lenguas,
los sagrados vuelos de los verbos.
¡Venid, amada!… ¡Cantad!
Hoy nacen de tus ojos el ala y la palabra.
Salvador Pliego
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El corazón va en marcha
Posted 03/07/2012
on:- In: Libertad | Lucha | poesía | Pueblo | Salvador Pliego
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Mi corazón es un puñado de valientes
y un río en las calles que palpita,
para llevar esa voz despierta
y el emblema de los gritos que le laten.
Arda el agua de las charcas
con el vigor de las pisadas.
Cada paso ya palpita
en el corazón de la avanzada.
No podrán jamás doblar la frente
que brota del pueblo y habla.
Los pechos son bengalas
de unos puños de vanguardia.
A la altura de los pechos,
hacia el frente con miradas,
nuestros sables son latidos
que ni el fuego vence o dobla.
Mexicanos que hoy nacieron
desde el suelo en asonadas,
al calor de las gargantas
repican las nuevas alas.
Salgan las voces todas
de unos labios que no callan,
porque el pecho es ahora eco
de los aires que acrecientan.
¡De cuando a acá las batallas
se dieron con manos tristes!
¡De cuándo a acá los galopes
prescindieron de los trotes!
Broten las voces del pecho
de un sonido que palpita:
el coraje hecho vida,
la ilusión de quien lo habita.
¡A la altura de los ojos,
a la altura de los pechos,
apuntando con los labios,
al corazón le agitan latidos
que son pueblo y son pujanza;
el corazón revienta de alas
en las voces que agigantan!
Salvador Pliego
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El poeta le canta a la mañana
Posted 27/06/2012
on:- In: Alba | Azul | flor | poesía | Poeta | Primavera | Salvador Pliego
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Sin otra indumentaria sino su traje verde,
su música algarrobada por las semillas,
su bergantín de azul color que va nadando entre arrozales,
entre las ramas del sol, en los nidos de las cortezas y del agua,
de las tornasoles guacamayas que pintan y decoran
la cautiva resistencia de las hiervas
cuando danzan al paso de la luz,
y cual gotas golpean dulcemente el canto de sirenas
-parecen alhelíes o sonajas,
parecen pequeñas diamantinas que se adhieren
cual hilazas a las formas del paisaje-;
va el flautín, la madera de guitarras,
el oboe en las yemas de la espora,
el sur del cielo y el norte de la greda,
hacia la bruma de la mano del poeta,
para extraer con la fresca tinta de su pluma
la salutación de la mañana
y la flor abierta que, con la humedad de su melena,
acaricia la sonrisa generosa de la vaina.
Salvador Pliego
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Jinete negro
Posted 20/06/2012
on:- In: Caballo | Jinete | Luna | poesía | Salvador Pliego
- 12 Comments
Sobre la tierra se prende un jinete que corre.
La luna desata sus manos y enseña navajas
al estruendo de un duro galope.
El berrido de sombras se desplaza para no desbocarse,
y las amarras sujetan al corcel que se enfila en recta
hacia la perene hondonada.
Un relincho asecha a la noche.
Sobre la montura, un crespón se levanta en bandera,
y el polvo olfatea el abismo
que al caballo le jala y alcanza.
En el aire, las herraduras se crispan
y caen como galopes en llamas,
cuando, desde la noche, la luna desata sus manos
y, mostrando navajas, al jinete le abrazan… redoblando su marcha.
Salvador Pliego
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El poeta busca la palabra
Posted 18/06/2012
on:- In: Lenguaje | Letras | Libros | Palabra | poesía | Salvador Pliego
- 22 Comments
Solamente yo,
que me acaparo a mí mismo en la sinrazón,
en la voluntad inmaterial del pájaro,
en la otrora concepción de la odisea,
pienso de mí, redimo mi voluntad,
y me escapo hacia la amalgamada hermosura del pensamiento puro,
a la sincronía de los silencios,
a la voluntad etérea e insospechada de las náuticas gaviotas,
a la sensación de la lluvia cuando atrae el polen
y colectiviza la ternura en el trigo
o en las minas que donan sus joyas a la tierra,
para que brillen noctámbulas en cielos por demás indefinidos.
Aprendiz de la palabra, jardinero, con vocación de júbilo
y de diversión en mis adentros,
comulgo del violeta su color de luz y de gladiola,
el libro que nace de la leche, del azúcar,
del manjar ávido de vino y besos,
y es la clerical obra de los mares.
Busco en la nomenclatura de la sílaba
el ave de tres alas, los cascos cimarrones de unicornios,
las letras forjadas en la arena
donde las pupilas de un buque, por la brisa, encallaron.
Busco el corazón del día en la palabra,
que es capitán astral y de mareas,
el litoral encarcelado por la niebla,
las osas mayores que son liras cautivas de los iris
y dejan su destello enroscándose en montañas,
en el atavío o poderío de la azucena.
Solamente yo, aprendiz, desde mi alma, desde mi estación de greda,
en la periferia ovoidea de mis ojos, en los fantasmas rojos de mi boca,
siendo nada, o hijo de los lagos, o sobrino antiguo de la música,
o desde los carrizos pintados con jaibas y corales,
o desde las ballenas que llevan el agua hasta la luna
con sus azules cantos de adiós y bienvenidas,
requiero de las hojas y su tacto,
de la oceánica burbuja de un racimo,
para hacer de la palabra, al menos,
el clavicordio entonado que canta suavemente a la estrella,
dulcemente a la mañana,
y ser un soñador, jilguero nuevo,
pájaro principiante, cóndor primerizo;
y en el testimonio de mi voz deshilachada,
ser el aprendiz, ufano, del sentimiento navegante que vive en la palabra.
Salvador Pliego
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México en el alma
Posted 14/06/2012
on:- In: Honor | México | patria | poesía | Salvador Pliego
- 8 Comments
(México vive hoy una encrucijada entre el viejo y el nuevo México.
A mi país dedico esta serie de cinco poemas.)
Antes de que el corderillo grite
“Salid, niños, del mundo; id a buscarla!…”
Cesar Vallejo
Antes de que el sol recrimine a las pupilas
por qué hicieron de las sombras el resplandor de la mirada;
Antes, aún, de que en la orilla de la acantilada orilla
busquéis el por qué no hubo territorio
para anidar a las semillas, ni nido alguno
donde maniobrar los azadones
-pobres pájaros yertos a los que nadie enseñó del canto,
y pobre canto palaciego que en el aire extravió el paso
ante un emigrar sin alas y un plumaje sin destino-;
Antes, entonces, de los besos traicionados,
del gallo tres veces traicionado,
del “¿tú también, hermano?”, traicionado;
de la cruz en los óleos que fueron un medioevo traicionado
(santos inquisitoriales maniobrando látigos de acero);
Antes, luego digo, de que el cordero grite a los poblados
al ver las fauces, no del lobo,
sino del pastor cuando el engaño,
y verlo en plena burla y deprecio,
con guante blanco y estocada,
apuntándole a las patas del cordero,
a la laringe y al cogote del cordero,
a la testa con cabeza de animal y de cordero;
Antes, digo entonces, antes de que el águila al áspid aprese
y a fuerza de estatutos levante la pirámide del rito
para desollar la piedra y despeñarla al inframundo
por un dogma inhumano en flechamientos,
por un corazón sangrando entre las manos;
Antes, y aún antes de que la pólvora enrojezca las miradas,
de que la cólera se trueque en respiros
y las inhalaciones nos castiguen por mil siglos;
Digo e insisto: antes de que las manos se vuelvan los casquillos
de un rostro inerte devorando al corderillo:
¡Buscad los niños!
¡Buscadlos ya!
¡Llamadles pronto!
– . –
Manipuleo
“Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad.”
Joseph Goebbels
Clamó Poncio Pilatos: “La muerte es de la muerte. Corran la voz.”
¡Así sea!, declararon los patricios.
El Senado decretó la ley: “El muerto ya es muerto”.
Y esparcieron por el viento la proclama de ipso facto.
Por el foro, el decumanus, el anfiteatro, resonó mil veces,
un millón, diez mil millones: “El muerto anda en su muerte…”
Del pueblo, la voz fue convicción: “El muerto es el cadáver”.
Y Lázaro, ya estando en pie, respirando,
y atosigado por la hablilla en multitudes,
se inhaló cadáver.
– . –
Los brigadistas del 68
No fueron la plaza muerta, los adoquines muertos,
las lágrimas encharcadas en los volantes que entregaron,
tampoco la libertad en el omóplato bajo grilletes.
No, no fueron ciudadanos hombres más allá de lo humano.
Pasión. ¡Simplemente, pasión!
Fueron los que se colgaron el día en las pupilas
para que se abriera el sol, al otro lado,
entre las cejas y el futuro, entre la frente y el porvenir,
entre el sí y las generaciones.
Fueron las otras manos, las llenas del estoy,
los condenados a la nueva vida -estoy presente-,
los que sin otra garganta más que el grito del hoy es el mañana
levantaron polvo y libro y puño y pluma,
hasta la altura de los ojos, hasta la infinita verdad de las palabras.
¡Pasión!… Fue eso, y las gargantas.
¡Pasión!… Fueron los cielos en las marchas
y los pájaros saltando, regalando alas, ofertando plumas,
llamándose pregones libertarios,
los que a los pies pusieron no un cardo sino el suelo,
y mostraron letras que al vello en su tinta erizaron.
¡Pasión!… Y la emoción del vuelo.
Y de repente, se alzaron, volvieron nuevamente,
los cíclopes del verbo, los mástiles del viento,
venían gritando su urbana indumentaria,
su alquimia de presente en el pasado,
su voluntad de ave desencadenada.
¡Pasión!… ¡Pasión!… ¡Y orgullo!
¡Es un honor, valientes!
¡Es un honor!
¡Es un honor!
– . –
Es un honor
A Andrés Manuel López Obrador
Desde la militancia de mi alma que cubre a mis ojos,
que responde a una sola palabra, a una firme cabalgata,
porque mi corazón es el guerrero de su historia,
es el batallón de mi alegría,
quien me convoca a la victoria,
es un honor, soldado, decir que voy en marcha.
– . –
Despertar de las azucenas
¡Qué multitud de hombres era el hombre!
Nada más a uno convocaron,
con su convicción de muchos,
con su autoridad de todos,
con su necesidad total.
Sólo uno salió a tomar las manos,
sus desiguales brazos, sus diferentes hombros,
sus tan distintos codos, sus colectivas uñas,
sus comunales vellos.
Y cuando abrió los ojos,
¡qué multitud de hombres iban en ese hombre!
Salvador Pliego
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