SALVADOR PLIEGO – POESÍA

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Y sin todo, o con todo,
me dueles más que el aire,
me hieres más que el frío,
me irrumpes más que el soplo.

Te quiero, pese a todo.
Te amo y me condeno
a tu beso sentenciado,
a una costumbre eterna
de verme involucrado
a una sonrisa tuya
calentándome la mano,
a un gesto extraviado
que fácil me captura,
a un movimiento corto
que absorbe el sin sentido.

Con todo, y pese a todo,
me dueles como el frío.
Mi corazón se entibia
encarnándose contigo.

Te quiero y no me falta
la humedad genuina:
esa caricia de agua,
esa alegría del alma
que engendras en tu sino,
ese murmullo interno
que me habla convencido.

Por todo cuanto llevas,
o cubres cuando me hablas,
será que necesitas
el hielo de mis manos,
será que siempre enciendes
las chispas de mis ojos.

Te quiero así, con todo,
y te amo –lo sentencio-,
donde brota aquí mi frío,
donde escondo aquí tus labios
que hacen mi cobijo.
Mi mundo va en tu abrigo.

Salvador Pliego

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Dos

Posted on: 05/10/2011


Cuando juntan esas bocas
de ternura en movimiento
endulzando con sus labios
lo que el aire sopla,
y por sus carnes el sabor renueva
la intención de protegerse,
de escudarse de silencios,
y sus lenguas se aparean
como aves que conversan,
que se ocupan en amarse,
y las miradas se acrecientan
arropándose en caricias
que se tocan y se miman,
que devuelven la mirada
cotidianamente hacia sus bocas,
porque son sus labios los que miran,
son sus besos las sonrisas
que se ocupan de sus vidas,
imitando sus miradas,
revistiendo sus afectos,
y al soñarse se despiertan
uno a otro con sus lenguas,
se interrogan sin palabras
y se abrazan como brotes
de dos flores que atesoran,
de dos plumas que aún no vuelan,
y esos labios los empujan
con sus alas a palparse,
a sentirse y dependerse,
a saberse ambos
de un común idolatrarse,
a sentirse tan genuinos
que es un hábito el tocarse:
dos se aman…
y sus labios soplan
las sonrisas de ternura
disfrutando del quererse.

Salvador Pliego

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Pareciera que algo más,
sucediera que al cruzar,
acaeciera que algo así
lo adivino y es por ti.

Por ser dulce y pequeña,
absoluta y poderosa,
por ser del campo avena,
por ser frescura en malva
y ternura veraniega,
porque a mi boca suples
con sabor que amasa y riega:
adivino que tú emerges
de una copla y de una rima,
adivino que tú alcanzas
la armonía, poesía;
ratifico que tú llevas
ese verso de eufonía,
certifico que tu agrupas
los acentos de alegría.

Eres el pareado innato que repite un te quiero,
el matiz aventurero lentamente saboreado,
la sílaba impar que abre mi boca,
la métrica medida con la lengua
que es mi lengua,
el acento estrófico exquisito,
la glosa alejandrina de unos ojos devorados,
la sextilla a la que abrazo sin lógica retórica,
sin tiempo controlado, sin límite acordado.

Te adivino, poesía, tan linda y hecha mía;
tan mía, que zurcida, devora y siempre vibra;
tan mía como el grano que en campo hace su día.
Te quiero por tu rostro
de grana y consentida.
Mi dulce y mi pequeña,
mi linda poesía.

Salvador Pliego

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Ven

Posted on: 04/12/2009


Ven, delante de mí,
delante de todos,
en mi paraíso,
donde empiecen mis brazos
y acaben en rosas mis manos,
donde tú creas que guardo el encanto
de verte a mi lado,
donde enmarque en sonrisas
el placer de un abrazo
y encaminen mis ojos
tus ojos al lado.

Delante de mí, ¡ven!
prendidos y amados,
por siempre apiñados,
teniendo uno al otro
y lo demás rezagado,
sabiendo que tienes de mí
el cariño aflorado,
el recuento de tantas
y tantas albricias,
igual que me canso
contando en tu boca alegrías,
igual que tú expones
tu vista en la mía
y termina enzarzada
haciendo conquistas.

Ven, tocando los hombros,
tocando los ojos,
dejando que vean
qué juntos estamos,
dejando a los iris
que enlacen sus manos,
que sientan que estamos
los dos atrapados,
que piensen que somos
dos campos atados
y que nos juntamos
porque te digo y me dices
nos necesitamos,
y juntos, en la misma mirada,
la vida buscamos
y al mundo enfrentamos.

Salvador Pliego

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Picture3.jpg

No sé si serás tú.
A veces llueve y el leve trino, en su lejanía,
duerme y descansa su voz de esencia y de plata fina.
En los silencios abruptos
una torre alza su vista cual faro viejo y añoso,
y en la soledad del tiempo mira sombrear sus muros
mientras la noche le alumbra y cubre en destellos.
Suele mi corazón hablar de ti.
Tus manos cercan mis manos. Tus besos ciegan mis besos.

Aguzan las ramas los suaves sonidos
y sueltan en ciclos titánicos cantos.
Las aves se acercan y emiten murmullos
que el viento protege cual fueran sus hijos.
Ahí vuelan, cercados, latidos y niños.
Ahí van tus ojos cerrados y míos.

Encima del alma encuentro tu abrigo.
Debajo, en mi pecho, escampo y a un soplo le miro.
Parece tu rostro que expía y serena.
Parecen tus dedos brotando en declive, en la arena.
A veces tu cuerpo en un labio respira.
Los besos tus hombros levantan y de greda atavían.
Luego el amor: sus velas doradas, sus cántaros rojos,
sus amplias madejas que en ti enredan y de sorgo cultivan.
A veces parece el amor tu dulce sonrisa.
A veces presiento que llega y se encaja en la brisa.

Tu vientre un canto musita.
En tu cabellera mi mano una flauta su acorde palpita.
Donde se fuga, donde una nota recita,
tu rostro de nuevo en sonrisas se apila.
De nuevo el amor: sus anchas veredas,
sus lindas y puras laderas se acuestan y muestran.
Parece que sienten tus ojos plañir las estrellas.
Parece que un ave su canto encendiera.
Un poro, abierto, pulula y agita cual flores tuviera.
Luego el amor… de nuevo…
y una mueca, en sonrisa, en tu rostro cultiva.

Salvador Pliego

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Si te sofocan, ¡no importa!, ¡grita!
Si en cada beso tu boca vibra,
hazla agonía y ¡grita!, ¡grita!
Hasta que diga: ¡basta!
Y ya prendida de un labio y viva,
dirán que un beso fue su perfidia,
y de tu boca: …!ah!, un mar de albricias…
!Sólo delicias!

Salvador Pliego

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Primero tus manos y adivino
la delirante superficie a que conduce
y el esbelto deleite que arremete.

Primero tus ojos y atraigo
la frecuencia reflejada que no acaba.
Recorro en ellos espirales, náufragos jadeantes,
arcos sublimes y mutantes.

Primero tus labios envolventes.
Eres otro sol, otra distancia,
otra claridad no encapsulada,
otro nombre sometiéndome a tu nombre.

Primero tus besos… Y entenderás por qué
me lleno de ti y de temblores,
de promesas y rubores,
de latidos y sabores.

 

Salvador Pliego

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Un beso talla un beso
y en su tacto delinea las más excelsa de las formas.
Un labio otorga a un labio
la desnudez fragante de una boca
y la convoca a la atracción y la delicia.

Llega en un adorno el sabor que fuga y hacina.
En la dulzura de ese beso una lengua le amortigua
y el labio esconde la premura que la boca le adjudica.

Un beso agolpa un beso invocando una caricia:
descubre lo virtuoso de un fármaco que eriza,
destapa las primicias de los ojos cuando activa.

Un beso es como un labio en otro labio que se arrima.
Las gotas de un elixir exhalan el convite de una lid en agonía.

Un beso forja un beso y le talla en la caricia.
Le responde en el borde de una boca que le inspira.
Le sentencia con el rostro de la más suave pericia.

Un beso atrae a un beso y en él se vivifica.
Agranda sus fronteras, invoca complacencias,
y entonces va y delinque en suntuosas alegrías.

Un beso hilvana un beso y al pecho se lo asigna.
Poseso de dulzura, patrono de la dicha,
como una blanca ofrenda le entorna y enamora.

Un labio talla un labio y en él abre su herida:
un labio conciliado, un labio apresurado,
un beso que le apremia el derecho a ser su boca.

Un labio talla un beso
y en él place su vida.

 

Salvador Pliego

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Tiene sentido besarte el alma;
pacto en tus ojos a que se abra.
Socava mi alma un rincón del pecho
para enfocarla y explorarla.
La matutina oquedad que sufro
urge a mi mano correr tu cuerpo
y hallarlo a tiempo en el sentimiento.

Tiene sentido lo que yo siento:
besarte abarca el recelo al vuelo
y mi alma brota en aspavientos
con alharacas y pensamientos.
El tacto besa la dulce tela
que en un suspiro flota en tu cuerpo,
y cuando toca sabe que exprime
parte de un labio en tu existencia.

Tiene sentido besarte un labio,
besarte el alma ya no es capricho.
Desde la historia buscan maneras
en que los rostros hablen sus gustos,
y me pregunto: ¿he muerto ahora?
Y de mi boca, junto a tu boca,
vive y renace con tal ternura.

¡Tiene sentido besarte toda!
Besarte el alma ya no es capricho.
Donde se explora mi labio siente,
y ahí en tu cuerpo flotan las horas
como un filón que nunca agota
porque en mi boca revive un labio
y encuentra vetas cuando te adora.

¡Tiene sentido amarte toda!
Mi sentimiento así te toca.
El alma tuya se esconde y brota
junto a mi boca…
Y al besarla, ya no se toca.

Salvador Pliego

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¡Yo nací en el mar!
Aquella barca, aquella luna
tenía un coral… y una perla en blanco para ir a surcar.
¡Yo nací en el mar!
Debajo de la cresta, arriba, entre la sal;
ondeaba como espuma en pleno altamar.

Estando allá en su adentro la arena vi menear:
tenía esos ojos plenos de gubia y de azahar,
tenía esos labios de escarcha al reventar.

Y dicen que la mar…
Tenía unas pupilas rugiendo al zarpar.
Su piel iba en cascada, profunda al ondear.
Dicen que era ella buscándome en la mar.
Dicen que era el ancla sintiéndose encajar.

Se vuelve urgente y acuciante tenerte y disfrutarte.
Se vuelve indispensable el farol que enciende y arde.
Dicen que es su marca flotando al sólo verte.
Dicen que es oleaje creciéndose en tu vientre.

¡Yo nací en el mar!
La vela azul y cresta,
sus ojos apremiantes,
su pecho en cauda y de aguja navegante;
aquella marejada que rompe y luego prende;
aquella masa de agua que viene y todo esconde;
las mismas olas grandes que todo lo adormecen;
las cíclopes mareas, las furias agitadas,
los mástiles de acero doblándose al mirarte.

¡Yo nací en el mar!
Ajetreándose por verte y luego al horizonte.
La orilla de tu vientre fue curva equidistante.

¡Yo nací en el mar!
¡Se vuelve urgente amarte!
¡Se vuelve inaplazable!

¡Yo amé la mar al verte… y entonces su horizonte!

Salvador Pliego

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