México

El 16 de septiembre de 1810, un cura, en el pueblo de Dolores, sonó la campana para llamar al pueblo e iniciar la gesta que llevaría a México a la independencia. Doscientos años después, esa campana sigue sonando, y no sólo en México, para buscar el derecho del hombre a su pleno albedrío.
Sirvan estos poemas como contribución a esa lucha y a las que los hombres, en su cotidiano bregar, siguen impulsando en el camino de la paz y la alegría.
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Para leer algunos de los poemas haz clic en el título del poema:
Poema I
México independiente
Poema IV
Discurro el verbo de la letra
Poema VI
Hubo un hombre
Poema 16 de septiembre
16 de septiembre
Poema a Miguel Hidalgo
Miguel Hidalgo
Poema a Francisco Villa y Emiliano Zapata
Francisco Villa y Emiliano Zapata
Poema México
(del mismo libro)
México
Oh los cantos verdes de paisajes y volcánicas laderas,
piedras de ornato, murallas de madera,
cerros llenos de sopranos trinos y de vocalizadas estrofas
reflejándose en los cántaros de las muchachas,
de sus coloridos rebozos pintados con paletas de acuarela,
de sus peinetas con versos de faisanes
y sus enaguas de lagunas frescas buscando las chinampas.
Esta tierra de luz y vida, esta patria de vasijas y de estrellas,
las nubes que rodean sus arenas,
las formas únicas de sus canteras,
vienen a hablarme a mi corazón de mazorca y grano.
De corazón a corazón, madre, yo te hablo:
tú que me diste el sollozo de los pájaros,
que me inscribiste a la tertulia de las hojas
y me dejaste prendido a la piel de tus abejas,
volando entre tus flores, entre tus aguerridas plantas de perfume
y al zumbido fiel de colmenares que abrieron tus vergeles
para beber los frutos embriagantes de magueyes;
oigo, como si percibiese al más diminuto de tus seres,
a las raíces murmurarme y contarme tu pasado y tu presente:
cada estrofa de batalla, cada templo nacido de la roca,
cada ruta iluminada por un Dios y a cada hora.
Líricos, como tus cantos, escucho tus verdes campos,
o tus desérticos terraplenes cargados de cactáceas,
o a las selvas escondidas con sus aullidos de campanas
y serpientes emplumadas.
Cabe el sonido en cada flauta de tus hijos,
la viveza del barro en sus poros como niños.
Vas contando a cada uno: su expresión, sus deseos, sus latidos,
la música que llevan, las sonajas que han perdido,
los tambores palpitantes de sonrisas y caminos.
¡Oh, canto y ruiseñor!… Madre.
¡Oh, rúbrica del cenzontle en la partitura de las calas!… Patria.
Vocalizas los viejos pedernales,
las viejas y nuevas epopeyas:
esas muchachas de trigo, madre;
esas golondrinas de aguacate;
esos ojos de guayaba, tierra;
sus encantos adornados y de gala ataviados;
sus plumíferos entornos bellamente sobrehilados.
Madre: muchacha alegre, patria siempre,
me tocaste el corazón y no sé cómo.
No sé si fuiste tierra siempre o brotaste del elote
o escondida ibas en las nieves de volcanes.
En tus entrañas se cocieron las burbujas de cenizas
como leyendas vivas para proteger el sueño
de la mujer dormida y el guerrero que la amara.
¡Oh, madre, patria, mural del tiempo!,
de corazón a corazón nos escuchamos
sin saber de nada, ni de nadie,
y nos amamos
como dos cenzontles de mil cantos hermanados.
Salvador Pliego
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4 respuestas hasta "México"

Hola, que gusto que te hayas detenido por mi pagina, igual te mando un abrazo Salvador y aprovecho para decirte que me ha gustado mucho lo que leo aqui, tienes un estilo que no es facil encontrar.
Un dulce beso.


me encanta el de todas las campanas todas levantadas como mil trompetas como mil gargantas como mil estrellas en la voz despierta etc


Gracias por todo lo que hablas de Méjico,y como lo narras.
Un abrazo grande para tí y tu Méjico,»Lindo y querido»
Empatizo con ello.

07/03/2010 a 4:17 pm
El país maravilloso, tuve la oportunidad de recorrerlo. Quedé extasiada. Besos.