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Plegaria de las arenas
Posted 07/03/2012
on:- In: arena | Oración | Plegaria | poesía | Salmo | Salvador Pliego
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Salmo de las arenas y los lamentos,
sobre las manos tejidas, sobre los templos cristalizados,
sobre las llagas de las arcillas y el correr de Sarajevo
-mil hornos cocidos con sus hornos,
mil Auschwitz templados con los huesos
y miles más que en las voces se perdieron.
¡Todos en ti creemos! Nos hincamos.
Caemos de los ojos a los muertos.
Subimos sobre el viento a las cenizas.
Danos tus Arcángeles de cuerpos soterrados,
el perdón hacia aquel que ha sometido,
la tarde en luz sin sacrificio,
y deja hincarnos con las penas henchidas de lamentos.
Vuela hacia ti el salmo de pupilas,
el hambre del Sudán ya refugiada,
la esquela insalubre de Somalia
en el costillar de cada gránulo de arena,
de cada gránulo necesitado.
¡Hosanna!… Nos hincamos.
Somos los hijos del canto de la arena,
una estación de pólvora humeada
que respira levantando la cabeza
a tus ojos grandes de bengalas,
a tus ritos asociados con el silbo
que brota de la brizna sentenciada.
Danos la arena prometida,
en los siglos de los siglos, en un mendrugo,
en la boca oscura que palpita,
en las manos pidiendo la mesada,
en el amén que ya bailamos,
en los gránulos pisados de la arena
donde se alza la gloria eterna de los cantos.
Salvador Pliego
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Murmura el mar
Posted 22/03/2009
on:- In: amor | Encuentro con el mar | poesía | Salvador Pliego | sentimientos | versos
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Murmura el mar…
Eco y resonancia de una gota cristalina.
Murmura el mar…
Y me hinco entonces en su arena.
¿Me entiendes? -Le platico.
Te hablo de ella…
Bajo tu azul mirada sus ojos cristalinos reverberan.
Te hablo de ella…
En la profundidad su boca.
En la distancia su silueta inquieta.
Y el horizonte que se acerca cuando siento que me toca.
¿Me entiendes si te digo que mi boca saborea?
Mar, ¡qué hermosa es ella!
Pálida, en tu cuesta, una ostra
de coral se viste, se descubre y se recuesta,
y a lo lejos, con la bruma,
su aperlada orilla a mí me mira…
¿Qué dirá de mí?
En la arena, de hinojos, platicándote de ella…
¿Tú me entiendes que su rostro
es vitral de tu marea?
¿Que sus ojos son tu lejanía
y se dibujan resguardándose
en tu abultada cabellera?
Mar, ¡qué linda es ella!
Hay gotas que en la orilla,
tan sólo por sentirlas,
volatizan y sonrojan
y en sus labios se extasían.
Te platico que sus besos…
Mar, ¡hay besos como ella!
¿Tú me entiendes?
Murmura el mar…
Y me hinco ante su arena.
Salvador Pliego
A un caracol vacío y en la arena
Posted 15/03/2009
on:- In: amor | poesía | Salvador Pliego | sentimientos | versos
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Quizá tu hueso hirsuto y prolongado
que relamió las estructuras del océano,
o tu brillantez que a los pescadores cautivaba
eran suficientes para amarte.
Pero no: tu sonido, tu filarmónica marea,
tu oboe pletórico de canto y verso
eran la esencial música del aire engrandecido.
Puerta del mundo y dureza pétrea: tú;
Hendidura infinita que el dedo no alcanzara: tú;
Tarde de nidos pillando en las temperamentales olas: tú.
¿Qué cetáceo, en qué arpón, guardó el chillido
para dárselo en la acústica a un marino?
Allá en el fondo los ojos de agua y del sonido
y los jóvenes abriendo su sexo de sal y espuma en caracolas.
Sí. Yo fui niño de pájaros, de caballitos,
de caracolas abiertas, de burbujas oceánicas,
de arboledas alcanzadas, de carreras con almendros.
Mi corazón se quedó protegido con sonidos
en la resonancia de los sueños.
¡Oh melodía del mar, que bellas notas en mi oído!
¿Cuándo tus cristalinas aguas me alcanzaron?
Pájaro, ¡yo fui niño!:
En tu vastedad, en tu territorio, en tus brazos limpios.
Y mi corazón se quedó en la caracola:
encerrado y tibio, juguetón y alegre;
prendido en las burbujas, atado a sus violines,
amando las paredes que la arena restregaba.
¡Oh melodía del mar, tan dulce e imponente!
No me digas que la edad. No me hables de los años.
Aún corren las mareas en mis manos.
Aún suenan caracolas en mi corazón de sorgo.
Alguna vez fui niño. Alguna vez…
Y mi corazón se quedó prendido en el aire,
en la música del agua.
¡Cuéntame de aquel sonido que mi madre
me cantaba cuando niño!
Háblame en secreto de tu historia.
Alguna vez mi corazón jugaba.
Alguna vez…
Salvador Pliego