SALVADOR PLIEGO – POESÍA

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Beso tu boca.
Sobre las cuerdas de una viola se agotan las mudas horas.
Los tactos truecan, relampagueantes,
sonidos leves, besos de aves,
tinieblas pardas que se enrojecen
y en los semblantes tiemblan o palidecen.

Beso tus labios.
El roce acalla los dos perfiles.
Y en esas torres que nacen de los suspiros
recuesta el gozo el halo de un chasquido.
Te rozo entonces un labio para apreciarlo,
para que escape el dolor del beso,
para que irrumpa el sabor de un mundo.

Froto tu lengua… Tu dulce lengua.
Cruzo el amor al borde: lo impredecible, lo inagotable.
Bajo tu lengua duerme la noche.
Sobre tu lengua atraca el desliz de un hombre,
se esfuma el cielo, se anega un beso.
Junto a tu lengua mi lengua duerme.

Toco tu beso:
como se muerde el grano y es sal de llanto,
como se ondea el latir cuando naufraga el pecho.
¡Y con ese beso me arde, cual sol, el mar adentro!

Toco tu beso… ¡Bendito beso!
Y dejo al alma junto a esos labios
que tienen miedo a ser tocados,
que tienen rabia si son soltados.

Libo tu beso.
Y en el celeste trigal de mi alma
sabe mi boca lo que es la flor cuando se toca el cielo.

Salvador Pliego

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¡Ah! sin más.
Y mi alma cae al cielo y se destella.
Blanco, azul, rosa, tus labios verdes, tu morada nueva, tu cuerpo del fruto y de las islas.
Pájaros que pintan en ti el desliz y luego vuelan,
y luego picotean al alba con su niebla.
Sombras que desgranan el color de un rostro a viva mano
para observarle su belleza,
entre arcos que tornan tu figura.
El porqué del beso, la razón de las violetas,
el parpadeo de tus ojos…
Así, nada más… ¡Ah!

Y luego el tañer de las campanas: el toque de tus labios,
la amapola de tu lengua, la tenaza que es suspiro y que abraza.
Y el vacío de dos bocas que juntas se atenazan
en un verde, en un azul, en un bulbo de gladiolas,
en unos labios rotándose las lenguas,
en un abanico de alegres mariposas.
¡Ah, sin más!… ¡Sin más!
Sólo las lenguas con sus violas.
Sólo los besos con sus óperas y escénicas miradas.
Sólo el atardecer de labios sentados en las hojas,
arrullándose en las ramas,
acurrucándose en los besos.
¡Ah!…

Salvador Pliego

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Desnudo, mi corazón, y artero,
tiende sobre tu pecho la más suave de sus redes
y el canto de amor que es tu imagen,
que es linda y sangra mi corazón de noche.

Pareces brotada de mi alma
y una herida socaba la tempestad de mi boca:
eres dulce, amor, como la palabra,
como el sentimiento en la arcilla moldeada
o la mirada que avista la claridad al amarte.

Porque tú coincides aunque no te vea.
Y aunque te vea pareces fugada
como un pulso de mi alma,
un rayo que brota de luz delicada:
tan linda y tan dulce,
que pareces tú misma palpitando a la nada,
que descubres mi pecho como a un solar y lo apagas,
y lo prendes juntando tus labios
en una llovizna que nunca se acaba.

Así, a tientas, por volcar tu pecho en el mío,
tan dulce y tan linda,
eres motriz de mi alma.

Salvador Pliego

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Satín y gloria, perfume fresco, arrebol e incienso.
De punta el baile y tu cintura endeble.
El amor a un paso: fugado, besado y arrebatado.
Serpentina de aire, bocanada y soplo
que en los brazos fluyen y vibran exhalando allá en lo alto.
Tremolina que me envuelve al colgarme de tu cuello
y el resuello de tu boca en mi boca hecho jadeo.
Tras tus encarnados labios doblo el cuerpo en zapateado vuelo.

Y ese faro que te mira…
Silenciado ante el redoble paso,
al paso de tu aliento en que me baila el alma
y me salpica la melancolía.
Rubor de gaita y perla fina,
¡tan sólo a un paso de tu boca!

Y tu sonrisa peca en mí como abstraída.
Y mi arrebato sufre en ti desesperado.
¡Que se fuga el beso!
¡Que se esfuma el viento!
¡Que se pierde el día!
El amor a un paso…
¡Ah!… Acallado y ciego, despojado y mudo,
seducido y tierno.
Y tú, entre las sombras… a la luz de un faro.

En la más fugada e intermitente estrella,
la noche te habla y tu corazón palpita.
El amor se prende como el faro viejo que en tinieblas duerme.
Y yo, a sólo un paso de tu boca,
bailo un sueño en el mínimo espacio de tus brazos,
al compás del viejo faro,
al compás de tus albricias,
suspirando melodías.

En la vastedad de mi alma emerge tu sonrisa… y bailo.

 

Salvador Pliego

 

 

..


Miro hacia arriba.
Me recuesto en esa aurora que un día nació bajo mis manos.
Y soy esa galaxia sembrada al infinito,
constelada con el tiempo,
cósmica y callada.
No brotaron de mis ojos más estrellas
que aquellas que miraron.
Y hubo polvo, ¡no sé cuánto!,
gravitando y forjándose en mis manos.

Ruge el mar: un vientre azul, distante,
y una mano recostada en tu pecho.

Ruge el mar: nébula astral y gravitada.
Y voy soñando como nave
que conoce sólo un camino:
que se entierra en besos,
que se esconde en paladares
suaves y aclamados por los vientos.

Y soy yo:
esa galaxia de calandrias,
ese azul de codornices
embebido y naufragado;
Cielo rítmico de versos que se explaya
por ponerlos en tu boca.
Soy yo:
soñando levaduras,
rascacielos matutinos,
tus labios y tus besos,
tus ojos y tus senos.

Me acurruco nuevamente…
Y sólo quedan los suspiros.
Y sólo queda tu belleza boca arriba
y mi mano en tu cuerpo, respirando,
soñando, suspirando,
durmiéndose en tu vientre,
soñando que hay azules.

Voy a sacar la primavera de tus ojos.

 

Salvador Pliego

 

Gracias a todos los que me han hecho llegar sus felicitaciones.

Te amo, ¿qué más?
Y se encierran en tu boca mis palabras
y una a una al pronunciarlas las disfruto.

Sólo tu rostro permanece.
Aquí, en lo alto, no hay vocablos.
Y no es que esconda el nuevo día
pero hay horizontes en que sólo tú te escuchas.

¿Habrá otro canto que te nombre
y que suave, como un verso,
en un rocío a ti te llame?

Te amo, ¿qué más?
Y me encierro entre las notas de tu boca a escucharte,
donde broten esos labios,
donde canten estos besos.

Y aún vibran las campanas sin sonido.
Se percatan de tus labios y difunden como ecos de extravío.
A lo lejos, sí, a lo lejos, aún se expanden sus sonidos.

Te amo… y no dejo de decirlo.
Alejados, como niños, van los besos de la mano.
Sonrojados quizá, sin mirarse, sin quejarse,
van tocándose cual ciclos de cariño.

Y me preguntan: ¿Qué cantan nuestros besos?
¡No lo sé!… Pero me llevan a tu boca, a tu lengua,
y es ahí donde escucho melodías contagiosas.

Una flauta dulce, un violín en llamas
va sonando hasta morirse, va dejando cauda
como aves de alas grises y transforma los espacios
en raudal de querubines.

Te amo, ¿qué más?
Y eres tú la nota que converge aquí en mi día:
ese canto de besos que no expira;
Profundidad de labios que se tocan
y al callarse emiten sinfonías.

Y el tocar tus labios… ¡No sé!…
Es como amarte y transformarse en brisa.
¿Qué más?…
Si es el besarte en la boca mi alegría.

Salvador Pliego

 

 

¡Ah  seductora y cautivante!

Aún con tus callados ojos negros

emerges de la noche entre mis manos.

Eres como el fuego voraz de la planicie,

como el hierro incandescente

vertiéndose en vasijas.

 

El intrépido anhelo y deseo me vuelca

hacia tu amor y nido,

mientras tú, callada, miras las sombras de la noche.

 

Se interrumpen los fragores sigilosamente

y al caer la oscuridad

resuenan los poemas en el vértice de tus oídos

y naces nuevamente silente entre mis brazos.

 

¡Ah de tu silencio que es el ansia de mi cuerpo!

¡Ah de tu boca que guarda las palabras!

La mirra hecha perfume,

el aceite suave de la lejanía,

el osado crepúsculo observante.

 

Y tú, muda, expectante,

sin mover siquiera el rosario de tus manos,

me llenas con tus ojos

en la penumbra del desvelo y de la guardia.

 

¡Ah de tu silencio entre mis labios!

Tu boca silente y plena de la noche en que desvivo.

 

Salvador Pliego


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Autor de todos los poemas: Salvador Pliego

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